Álvaro Castrillo es egresado del Grado de Periodismo de la Universidad San Jorge, muy orgulloso de haber obtenido su título escolar. Con 34 años ha viajado por el mundo aprendiendo a fotografiar en cada aventura. Amante de la comida de su madre, con salsa de su padre y “Crimen y castigo” de Fiódor Dostoievski. La fotografía, con una canon y una lente de 24 – 106, le ha aportado ese punto estético, que según afirma, le falta en su vida personal y diaria.

 

• Actualmente, trabajas en la agencia EFE, ¿en qué consiste tu trabajo en esta agencia?

En la Agencia EFE no toco la fotografía por desgracia. Soy reportero de televisión, busco temas, hago preguntas, acudo a ruedas de prensa,…. Hay días que no tengo nada y otros que me llaman y tengo que cubrir algún acto. Es un trabajo que me permite tener una vida muy cómoda.

 

• También has sido el fotógrafo de la Ruta BBVA, más conocida como Ruta Quetzal, ¿cómo surgió esta oportunidad de trabajo?

Entré en la Ruta por suerte. Había acabado segundo de carrera y un compañero de clase había conseguido esta oportunidad, ir como cronista para la revista Leer.  Ante de irse le ofrecieron desde la Cadena Ser unas prácticas y les habló de mí a la revista. Iba a ser un trabajo de verano en el que llevo ya 9 años.

 

• ¿Cómo fue la experiencia?

Yo fui como colaborador, realizaba crónicas y fotografías para la revista. Fue un trabajo muy duro por las circunstancias pero sarna con gusto no pica. Llegué aun sin saber cómo hacer las cosas, estaba en segundo de carrera pero Ángel Colina, fotógrafo oficial de la Ruta BBVA me ofreció su ayuda y a partir de ese momento no le dejé en paz. La Ruta Quetzal es aventura, chicos jóvenes, continentes hermanados. Ángel me enseño los tempos de la fotografía en cada circunstancia. En la ruta aprendí que la estética es lo último, pero debe de estar. En el fotoperiodismo  lo que importa es el impacto, la velocidad, el documento y la información. No tienes tiempo para ponerte a pensar o establecer los elementos a tu gusto.

 

• Puedes contarnos ¿cuál fue el mejor momento para ti en la Ruta Quetzal como fotógrafo?

En la ruta hay muchos. He conocido la historia de mi país y el sentimiento de hispanidad al completo. He estado en todas las provincias, he recorrido la península, he cruzado el estrecho de Gibraltar en ambas direcciones, he visto nacer y morir el Tajo, he conocido a Ángel Molina, Don Miguel de Cuadra Salcedo y muchos otros periodistas, he hecho amigos de por vida. Se crea una familia con ellos.

No me puedo quedar con algo en particular, me quedo con la ruta Quetzal en general.

 

•  Y si existe, ¿cuál fue el peor?

Lo pase mal pero jamás quise irme. Era muy duro físicamente, pero me retroalimentaba, me sentía bien y libre. En Albacete, en un aserradero, nos perdimos, nos separamos del grupo y yo soporto todo muy bien pero pasar hambre me puede; y mira que llevaba todo El Corte Inglés en la mochila, pero ya me había comido todo. Cuando conseguimos llegar al campamento no había nadie, ni las cocineras ni nada. Estaba sucio, cansado, dolorido y sobre todo con un hambre enorme, casi me como un crio. Cuando llegó la comida  no cogí ni platos ni nada, empecé a coger el arroz con los dedos (con la técnica que había aprendido en Nepal). Me salió la vena homínida, pero no fue un momento en el que considerara tirar la toalla.

 

• También has gestionado, producido y publicado contenidos en Résseau Internationale des Droits de l’Homme (RIDH), ¿cómo es el trabajar fuera de tu país?

Red Internacional de Derechos Humanos es una ONG que se encuentra en Ginebra, Suiza. Es un pequeño lobby, nos dedicamos al mundo hispanohablante. Hacía fotos para la web, de los representantes que visitábamos o venían, sacábamos una newsletter, llevaba la comunicación… A Suiza fui a buscar trabajo y ahí haces el trabajo entero, desde gestionar, pensar y crear la publicidad hasta meterla en los sobres.

Hay muchas diferencias. En Suiza son puntuales, ni más ni menos: puntuales. Los trenes salen a la hora y permite organizarte la vida mucho mejor. Si alguien te dice que te trae algo a las siete, te lo trae a las siete. No quieren que trabajes rápido, quieren que esté perfecto, quizás no en 3 días, pero el tiempo estipulado para estar perfecto. Si el trabajo no está en ese tiempo y perfecto significa que no vales para ese trabajo, según ellos.

 

• Cuando comenzaste la carrera, ¿supiste que te ibas a dedicar al mundo de la fotografía?

Yo empecé en la Universidad y me gustaba la fotografía igual que el vídeo o el cine, no tenía mucho criterio. Comencé a ver la evolución, cómo el texto se convierte en imagen, de cómo la imagen se convierte en un elemento discursivo en sí mismo, aparece un elemento tecnológico que es la cámara de fotos digital...

En la universidad, tuve unas clases de fotografía con Pilar Irala. La primera se llamaba fotografía creativa y me vino muy bien porque no era técnica sino que pude apreciar elementos artísticos de composición y ritmo, de forma más pausada para hacer juegos con elementos y crear sombras.

Iba aprendiendo poco a poco. Tenía ya un conocimiento de una experiencia en octavo de EGB que con una bombilla poníamos unos elementos y sacábamos las fotos, dibujo de luz a nivel muy básico.

Luego llegó fotoperiodismo y me picó el gusanillo porque me gustaba escribir y hacer fotos. Me empecé a sentir cómodo, empezaba a conseguir lo que quería, a nivel sensorial, personal. Poco a poco vas interesándote y ampliando conocimientos con compañeros.

En la universidad me compré mi primera cámara híbrida y con la idea de fotoperiodista: Robert Capa, Ryszard Kapuściński.

Con cámara y libreta y mucho tiempo libre (acabé la carrera en 2009 comenzando la crisis) tras dos años de paró, se me ocurrió la “genial idea” de irme a Nepal seis meses, pensando que cuando volvería la situación se habría solucionado. Me fui con una ONG a Nepal y con mi cámara.

 

• También en 2010 tuviste la oportunidad de estar en Katmandú contando la realidad que vivían familias sin higiene o recursos a través de la fotografía, ¿cómo es retratar estas situaciones?

Gracias a la fotografía pude ver salir y ponerse el sol en el Everest. Hay una leyenda griega que dice que Zeus era el último en ver poner el sol. Estar en el Everest y ser el que más ha hecho esperar el sol y ser el último en verlo desaparecer, no tiene precio.

Fui con una ONG, pero me daban tiempo para visitar y ver la ciudad, por lo que con la cámara quise hacer algún trabajo y seguir aprendiendo. Nepal me impactó mucho. Era un estudiante de salón, de occidentalismo. Se me cayó el mundo como persona, no estaba preparado para esas realidades.

Recuerdo muy bien que me di cuenta de lo que supone el compromiso de fotoperiodismo, de saber lo que supone hacer fotos sobre temas difíciles. Por ejemplo, empecé a trabajar con los niños de la calle en Katmandú. Niños, tercer mundo, degradación de los derechos humanos, esnifando pegamento. Ahí, los niños no están tan controlados, puede desaparecer un niño y nadie se daría cuenta. En Katmandú hay niños abandonados por todas partes, no hay una calle vacía, pero eso sí siempre varones.

En el ámbito de la fotografía me pasó factura. Me planté en la calle con un grupo de chicos que ya conocía, había hablado con ellos; pero ese paternalismo occidental que tenemos me pasó factura. Me preparé, observé la luz, el encuadre y no me atrevía a acercarme, me puse a temblar. Me parecía que no tenía sentido hacer una foto e ir enseñándola: “mira qué pobrecito niño que no tiene para comida”. Me planteé si lo estaba haciendo por él, para denunciar su situación o por mí, para darme a conocer. No le vi el sentido. Al final, me cambié de acera, hice la foto y me fui, no estaba ni pensada ni trabajada.

Decidí no dejar el reportaje, me puse a pensar y si lo hacía, lo hacía bien, asumiendo las consecuencias, de otro modo en realidad habría ido de vacaciones. Al tiempo me volví a armar de valor, salí y realicé algunas incluso con contacto visual.  Tanto a nivel humano como fotográfico aquella experiencia me cambió mucho.

 

• ¿Qué otros proyectos has realizado?

El 15 M me marcó también mucho y realicé algunas fotografías para el acto, era fotoactivista, trabajé el tema de los desahucios y en Zaragoza en Común realicé fotos de campaña.

 

• ¿Crees que a través de la fotografía se pueden denunciar situaciones sociales, culturales, religiosas y sensibilizar más a la sociedad? ¿Por qué?

Con el 15 M me fui porque veía que la sociedad no cambiaba, le daba igual. Tenía la esperanza de hacer algún cambio pero después de 4 o 5 años no vi nada. La sociedad activa está otra vez inactiva.

 

• ¿Cuáles son tus proyectos futuros?

No tengo ahora mismo proyectos futuros. Si hago algo será para mí, no para publicar. He desistido de publicar fotografías o artículos. Probablemente hacer fotos y escribir con mis compañeros, incluso volver a Nepal, pero no para publicar, sino como algo personal.

 

• ¿Qué situación o que realidad te gustaría fotografiar? ¿Por qué?

Ahora por inmediatez el género de los refugiados, aunque está un poco saturado y me da miedo bajar un poco más el umbral de sensibilidad, pero es el mayor problema humanitario que tenemos hoy en día. África, Bogotá, los suburbios, cualquier tema de valor humano, Zaragoza y su gente que pasa frío en la calle, los mayores que no tienen pensiones…

 

• ¿Qué consejo darías a los estudiantes de la Universidad que sienten curiosidad por la fotografía?

No trabajar nunca gratis, ni aunque sea para los mejores, eso es lo que está consumiendo el periodismo. Que tengan muchos contactos, para conseguir trabajo vale más tener un buen contacto o tener la oportunidad y la fortuna de hacerlo cuando necesiten a alguien.